viernes, 7 de junio de 2013

El infierno

«Nuestro único enemigo era el Diablo. Del Diablo sabíamos todo, sabíamos más del diablo que de Dios. Conocíamos todos sus trucos, todos los medios de los cuales se servía para hacernos caer en el pecado. El infierno también lo conocíamos hasta su último rincón. Teníamos la impresión de que podríamos recorrerlo con los ojos cerrados, conocíamos cómo eran las pailas de aceite hirviendo donde el diablo metía lo pecadores desnudos y luego los sacaba y les quitaba la piel a pedacitos. Tenía enormes tenedores de fierro con los cuales movía las almas en los pozos de fuego, como si fueran pedazos de carne dentro de una olla. Poseía millones de cadenas con que lo amarraba a uno para arrastrarlo por caminos y montañas que estaban sembrados de pedazos de vidrio y espinas. El Diablo era grande, muy ágil, podía dar saltos de varios metros, estaba siempre vestido de rojo o de un verde fosforescente, su pelo estaba siempre de punta hacia arriba y tenía además cuernos como los toros, sus ojos eran amarillos y lanzaban llamas, las uñas eran larguísimas y verdes, los dientes largos como los de los burros y cuando abría la boca salían olores terribles de azufre. El infierno era lleno de cavernas oscuras donde tenía encerrados animales terribles que nosotras no conocíamos pero que se llamaban leones, serpientes, caimanes, y muchos otros, grandes y chiquitos, pero todos terribles. Si uno hacia pecado con los ojos, el Diablo le sacaba a uno los ojos con unas agujas calientes y, si había pecado con la boca, él le cortaba a uno la lengua en pedacitos. Nada ignorábamos del Diablo, además no nos lo dejaban olvidar…Si tirábamos las hebras de hilo nos decían que el Diablo las iba a recoger para torturarnos con él en el Infierno, igual si botábamos algo de comer. Si no nos confesábamos y comulgábamos en pecado, nuestro cuerpo se llenaría de llagas inmundas donde el Diablo depositaría gusanos verdes, rojos y amarillos que nos devorarían.»

Emma Reyes, Memoria por correspondencia, Laguna Libros, 2012, p. 99 -100.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Manifiesta claramente los miedos de creyentes en el diablo como ser antropomorfizado, prefiero no creer en tal cosa.
El bien y el mal se nos enfrentan como opciones y aquí es donde mostramos nuestra naturaleza al elegir.
Tristemente éste tipo de mitología es imbuída a menores causando daño psicológico.
Breve es la vida, nos haría bien vivirla en paz y armonía.

Juan Vásquez dijo...

Hombre Carlos, sí, pero también es una linda descripción de un recuerdo infantil, una imagen móvil, llena de detalles y escenas.

¡Felicidades!