miércoles, 14 de agosto de 2013

Cuando el epílogo fue un premio

La semana pasada terminé de leer Esta historia de Alessandro Baricco. Llegó justo cuando estaba pensando sin descanso sobre el propósito de una vida. Al terminar el libro concluí, con seguridad, lo mismo que otros cuando han pensado sobre lo mismo: basta tener un propósito, cualquiera, para que la vida pierda peso y gane levedad. Pero ojo, no hablo de la levedad como aquello carente de importancia, sino como la sonrisa presente hasta en las tareas más tediosas. Pueden ser varios, pequeños y continuos propósitos que nos llevan de un día a otro, como volutas de humo convirtiéndose en algodones,  acariciando nuestra piel cuando pasan. ¡Aligerar la vida es el propósito de los propósitos!, incluso cuando no llegan a cumplirse. 

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(Este es un pedazo de un escrito en un nuevo blog en el que participo con otros dos amigos, bienvenidos)