domingo, 10 de octubre de 2010

Qué sea un motivo


[...] aquello que no ha sido elegido por nosotros no podemos considerarlo ni como un mérito ni como un fracaso [...]

Esta semana la memoria, que ya sabemos es estúpida, me ha traído el recuerdo de Sabina, la protagonista de un libro de Milan Kundera, y el significado de mujer que aparece en su diccionario de las palabras incomprendidas. La frase que encabeza esta entrada es puesta por el autor, en su personaje, para referirse al orgullo de género; aún así, me ha parecido que es extendible a innumerables características innatas que amamos o no y sin darnos cuenta de la vacuidad del acto, resultamos adhiriendo a la lista de cualidades y defectos -valga la elección de las palabras-, un montón de cosas de las que no tendríamos por qué sentirnos orgullosos, o peor aún avergonzados.

No hay razón para vanagloriarse de ser hombre o mujer, si usted no es un transexual; ni para escuchar lo orgulloso que se siente de haber nacido en su tierra, desde que no eligió nacer en esa tierra. Es más, es igual que ir cantando una canción sobre lo orgulloso/avergonzado que se siente de ser humano.

Entran también en esta lista de orgullos y vergüenzas, además del género y la nacionalidad, los padres, los hermanos (que pueden ser sólo los mayores si es que usted tuvo alguna injerencia en el nacimiento de los que vinieron después), los demás y sus logros que son ajenos a nosotros, la apariencia física (a menos que usted se haya auto reconstruido, de lo contrario sería un logro del cirujano) -carece de sentido creerse pundonoroso por la estatura que se tiene o indigno por la tez de la piel con la que se nace.

Sin embargo, creo que ante un mundo lleno de vanidad, se puede andar en busca de cualquier logro por pírrico o ajeno que sea y que nos haga sentir mejor: Los padres que cobran por ventanilla la inversión en el estudio el día que llegan los resultados de los ICFES para alardearlos frente a otros padres; el orgullo de los colombianos al ver a John Leguízamo en las películas de hollywood; la llamada del presidente de Colombia a los deportistas.

Bueno, para ser justo, supongo que las vanidades se alimentan de cualquier cosa, siempre y cuando sea algo que podamos sentir cercano, tan cercano que pueda confundirse como algo propio. Podríamos incluso, en nombre del amor y el compartir, apropiarnos transitoriamente del diploma ajeno, del incremento en el sueldo de un amigo o por lo menos aprovecharlo, el nuevo trabajo de un colega y así sucesivamente.

Esta semana me siento con el corazón hinchado de orgullo porque a mi hermano lo distinguen como el mejor, léase bien, EL mejor estudiante avanzado de su carrera y aunque sé que no es mi logro y en palabras de él tampoco el suyo, me siento honrado de ser su hermano - que tampoco fue mi elección pero corrí con muy buena suerte.

[...]Sabina opina que hay que tener una relación correcta con el sino que nos ha caído en suerte [...]