martes, 1 de enero de 2013

Extranjeros


«Las fronteras separan en dos categorías excluyentes: los de adentro y los de afuera, los nacionales y los extranjeros, nosotros y ellos. Esta división nos marca de por vida: sea a causa del jus solio del jus sanguinis, del lugar en el que nacemos o de la sangre que corre por nuestras venas, todos estamos obligados a pertenecer a un sitio y, por ello mismo, a ser considerados extraños o aliens —para usar este odioso término anglosajón— en el resto del mundo. Aunque lo olvidemos con frecuencia, en realidad todos somos forasteros. Ya lo decía Paul Valéry: “La era del orden es el imperio de las ficciones, pues no hay poder capaz de fundar el orden a partir de la mera represión de los cuerpos. Se necesitan fuerzas ficticias”. Y, por absurdo o kafkiano que parezca, a veces basta con caminar unos cuantos metros, con atravesar un río o un puente, para poner en riesgo todo lo que somos o, por el contrario, salvar nuestras vidas.»




Los crímenes de Santa Teresa y las Trompetas de Jericó, Jorge Volpi en Sam no es mi tío, 24 crónicas inmigrantes. Editorial Alfaguara

1 comentario:

Juan Vásquez dijo...

El título es mío, por eso es malo.